Autorretrato, Anton van Dyck (1623), óleo sobre tela, 116,5x93,5cm. Hermitage de San Petersburgo (Rusia)
"Sus modales eran más de aristócrata que de plebeyo y atraía las miradas por su opulencia en el vestir y su aspecto distinguido. Gustaba telas lujosas, sombreros con plumas y mantenía un séquito de criados." (Bellori)
El pintor se recrea en el tratamiento de las manos, en las que suele hacer alarde de su virtuosismo. Manos blancas, de largos y finos dedos, caen con languidez. Indican que el oficio de pintor es una actividad sublime, enmarcada en las artes liberales, alejada, en fin, de las actividades artesanales. Esta consideración de creador capaz de infundir vida a la materia está reforzada al vestir de riguroso negro, mostrando su deseo de distinguirse del resto del mundo.
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