Analizan expertos la creación artística

22.2.12

Cristo yacente de Gregorio Fernández


Como ya ocurriera en el renacimiento, en el barroco, la escultura española continuó desarrollando unas características muy peculiares. El empleo de la madera policromada y la casi exclusiva temática religiosa son los dos rasgos más genuinos de la imaginería hispana a los que cabe sumar la aparición del “paso” procesional. El realismo de la época se hizo evidente en  los rostros de los Cristos y Vírgenes en cuyas anatomías se empleó una carnación mate y en cuyas vestimentas se rehuyeron las ricas decoraciones polícromas y estofadas de la centuria anterior.
La escultura barroca castellana, caracterizada más por el dramático realismo que por la plasmación de la belleza idealizada, está representada por el gallego Gregorio Fernández (1576-1639), que, afincado en Valladolid se dedicó a la talla religiosa creando tipos de gran difusión, entre los que destacan sus Cristos crucificados y yacentes.



Éstos últimos, aunque con variaciones de matiz, responden a un modelo común. Cristo aparece tendido sobre el lecho que cubre el sudario. La cabeza tratada con gran virtuosismo y elevada sobre una almohada se vuelve generalmente hacia el espectador, el sudario y el paño de pureza aparecen tratados con sus característicos pliegues angulosos, duros y quebrados, del escultor gallego.
El modelado sensorial y la policromía permiten un realismo muy acusado que se pone al servicio del dramatismo. Se trata de excitar la piedad de los fieles mostrando en primer plano la herida supurante del costado, las rodillas machacadas por las caídas y los rasgos de rigor mortis (entonación olivácea, ojeras etc.).

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