Analizan expertos la creación artística

25.2.12

Retrato ecuestre Felipe IV


Los adornos dorados sobre la armadura de parada, el calzón del rey y la gualdrapa del caballo se hacen a base de toques amarillos de pincel, más empastados que el resto, y que de cerca no tienen forma, pero en la distancia adquieren pleno sentido.
El Rey lleva los atributos del máximo poder militar: armadura, fajín colorado y bengala de general. El origen de este tipo de representación está en las esculturas ecuestres de los emperadores romanos, como Marco Aurelio, que se retoman en el renacimiento italiano. Un claro antecedente, que Velázquez conocía bien, es el retrato el Carlos V en Mühlberg, pintado por Tiziano.

El monarca monta a la es pañola, sujetando las riendas con una sola mano, la izquierda, lo cual muestra su habilidad de jinete y le deja la derecha libre para llevar la bengala. El Rey aparece recortado sobre un paisaje de la sierra de Madrid pintado con tonos fríos, verdes, grises y azulados, muy característicos de Velázquez, tanto de estos retratos ecuestres como los de caza.
En las plumas del sombrero y los adornos de la armadura Velázquez hace un alarde de libertad técnica: con unos toques de blanco puro consigue los brillos radiantes del metal en la manga y con otros ligerísimos de blanco y marrón, los adornos del sombrero. El bigote y el pelo, peinados a la moda ambos, se hacen sobre el tono de la cara, con pinceladas sólo un poco más oscuras y muy ligeras de pasta. La armadura sobresalía más al principio por el fondo y Velázquez la redujo, tapando la pintura inicial con unas pinceladas más claras, entre blanco y gris, que siguen el contorno actual.

Las patas traseras del caballo, como el tacón de la bota y el fajín, tienen correcciones que se pueden apreciar a simple vista, gracias a la ligereza de las capas de pintura que aplica Velázquez, cargadas de aglutinante y poco empastadas.
En la parte inferior izquierda encontramos un papel, una especie de firma del pintor, aunque no haya escrito nada sobre él. Estos papeles para firmar son habituales en la pintura italiana, pero también aparecen en la obra de otros artistas como El Greco. Velázquez lo coloca también en Las Lanzas. El hecho de dejarlo en blanco ha sido interpretado como un gesto de soberbia, no era necesario firmarlo ya que nadie en el reino, sino Velázquez, podría haberlo pintado.

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