Analizan expertos la creación artística

7.6.12

Martirio de san Sebastián


Martirio de san Sebastián, talla en madera policromada de Alonso Berruguete, renacimiento español (siglo XVI)

San Sebastián es un mártir del siglo III al que el emperador Maximiano mandó asaetear. Recogido por sus amigos todavía con vida, logró recuperarse. Tras presentarse de nuevo ante el emperador, fue ejecutado. Sus restos fueron tirados a un lodazal, pero los cristianos lo enterraron en la Vía Apia, donde actualmente está la catacumba de su nombre.
Los benedictinos de Valladolid contactaron con Berruguete nada más llegar de Italia para realizar el retablo del convento de san Benito. Esta pieza formaba parte de ese retablo que, tras la desamortización, pasó a manos del Estado. Hoy se encuentra desarmado en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid.
Su estancia en Roma le permitió conocer a los grandes maestros del momento (Donatello, Miguel Ángel, Leonardo) y estar presente en la génesis del manierismo. Parece que las fuentes de inspiración se encuentran en Donatello y en los esclavos que Miguel Ángel hizo para la tumba de Julio II. Los recursos formales que usaron los artistas manieristas, como el alargamiento de la figura, la inestabilidad, la tensión, la contorsión,... fueron asumidos en esta obra por Berruguete y puestos al servicio de una piedad popular que gustaba, como en la Edad Media, del drama y de la emotividad para hacerse manifiesta.
En esta obra se muestra a una persona con signos de angustia espiritual. Esta fuerza interior alarga el canon de la figura, la hace irreal. La tensión produce movimientos verticales, ascendentes. La sensación de inestabilidad se aprecia en los pies, que no tienen un claro soporte en el que apoyarse, o en el propio cuerpo del santo que parece deslizarse sobre el tronco del árbol al que está adherido. El rostro manifiesta angustia mediante una expresión como ausente o dolorida (boca abierta, ojos oblicuos, apretado entrecejo). La forma “serpentinata”, helicoidal, usada por Miguel se aprecia claramente. Esto exige al espectador que la escultura sea abordada desde distintos puntos de vista y no únicamente el frontal, y ello a pesar de que se trata de una obra que iba a ir en un retablo.
El desnudo del cuerpo humano está correctamente conseguido. Los ropajes, finos y adheridos a la anatomía del cuerpo, refuerzan el dinamismo de la figura.
La rica policromía del estofado con abundante dorado contribuyen al efecto de inmaterialidad que buscaba con otras formas. Además de la policromía y el dorado, la encarnación contribuyen a aumentar el gusto hispano por la madera como material inmejorable para las obras religiosas.
Da la impresión de que Berruguete hizo manierismo en España a pesar de la presión ambiental. Trajo de Italia una nueva manera del quehacer artístico. Es un escultor que tiene una clara autoestima y absoluta conciencia de la excepcionalidad de su obra, sobre todo por lo realizado en este retablo de san Benito. Berruguete fue el primero en traer a la escultura y pintura española el nuevo aire del cinquecento manierista italiano vivido directamente. Algún estudioso del autor ha insistido sobre el desinterés por el decoro (adecuación entre el tema y la forma o lugar de colocación de la obra de arte), actitud típicamente manierista, jugando que “sus obras rozaban la posibilidad de objeción por parte de las autoridades eclesiásticas, porque su san Sebastián no es en absoluto una obra religiosa, sino una pura obra de arte. El tema fue en manos de Berruguete un pretexto”. Por eso fue criticado por sus contemporáneos, precisamente por la desconsideración que tenía del decoro debido al tema y la función y sus desnudos decorativos y sus insistencia en escorzos pronunciados y difíciles de hacer, su búsqueda de la belleza corporal. San Sebastián aparecía a ojos de gente de su tiempo más como un joven que nos muestra su elegante cuerpo que como una imagen ante la que sentir devoción cristiana, no digamos nada de la “tentadora” Eva de la catedral de Toledo colocada en medio de los canónigos.

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