Analizan expertos la creación artística

24.2.12

Aguador de Sevilla


Probablemente es la obra maestra de la etapa sevillana de Velázquez. De indiscutible autografía, ya que seguimos su traza desde 1623, en que su autor lo regala o vende al canónigo sevillano don Juan de Fonseca, que tenía en la nueva corte de Felipe IV el cargo de "sumiller de cortina", a la vez eclesiástico y palatino. El cuadro quedó en el Alcázar y pasó luego al nuevo Palacio del Retiro, donde lo vio Palomino, el primer autor que trata de él (Museo Pictórico, III). Sacado de Madrid por el hermano de Napoleón, cuando tuvo que escapar precipitadamente, fue apresado en su equipaje por el vencedor de la batalla de Vitoria (1813), el general Arturo Wellesley, quien lo llevó a Londres en unión de otras pinturas, preguntando al gobierno español qué debía hacer con ellas. Fernando VII, repuesto en el trono de España, se apresuró a regalárselas. Hoy sigue en el Museo Wellington, en unión de otras dos obras adscritas a Velázquez.
El aguador de Sevilla, Velázquez (1620) Wellington Museum, Londres 

Contemporáneo de la Vieja friendo huevos o posterior a ella en unos meses, según Beruete, que la encuentra más inexperta de técnica. La composición es superior en el Aguador, describiendo una espiral luminosa que, partiendo del cántaro del primer término (que el artista sitúa fuera del cuadro, ya en el espacio del espectador, como mucho después el suelo de Las Meninas) y pasando por la alcarraza más pequeña, colocada sobre una mesa o banco (a su vez portadora de una taza blanca), concluye en las tres cabezas de los personajes, por orden de edades, terminando por el viejo aguador.
Éste, mientras "saca la mano izquierda del espacio de la escena, para sujetar el asa del cántaro grande (asombrosamente pintado, con el volumen del mejor futuro Zurbarán, pero con detalles de impregnación y gotitas de "sudor” insuperables), tiende con la diestra una grande y elegante copa de cristal fino, llena de agua transparente, en cuyo fondo se ve la silueta de un higo, destinado según los comentaristas a perfumar el agua, "de virtud salutífera" según Camón, pero que pudiera ser un símbolo sexual. Un niño, con la cabeza
levemente inclinada (como el recadero de la Vieja friendo huevos, aunque no parece sea el mismo), se apresta respetuosamente a coger la copa; por su traje oscuro y su cuello parece persona de cierta condición. Entre la cabeza de ambos se interpone, en penumbra, la de un mozo de más edad, que bebe ávidamente de una jarrilla de vidrio. Esta composición pudiera significar la Sed, pero más apuradamente las tres edades del hombre, en una suerte de ceremonia iniciática: el viejo tiende la copa del conocimiento (acaso del amor) al adolescente, quien la recoge con la misma gravedad, sin mirarse entre ellos, ni a la copa. El mozo, más vulgar, del fondo, bebe de su vulgar jarra de vidrio soplado, con ansia.
"La Vejez tiende a la Mocedad la copa del conocimiento, que a ella ya no le sirve, mientras el hombre de media edad bebe con fruición". El vidrio transparenta el fruto y el agua, hasta entonces escondida en el cántaro de barro.



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